A veces la vida te golpea con hechos inesperados que te dejan un vacío en el alma… éste es el caso del traspaso de nuestro perrito, “Sandy”, el pasado 27 de julio de 2023 a las dos y media de la madrugada, en la flor de la vida, después de una repentina, acelerada y mortal enfermedad.
Sandy para nuestra familia no era una simple mascota, Sandy para nosotros se había convertido en un miembro más de la familia, una “personita” muy inteligente que sólo le faltaba hablar (de hecho siempre le decíamos Sandy Lagares y Mir)... con su expresión nos lo decía todo... nos amaba, nos daba cariño, ternura, compañía, hacía de despertador (incluso a altas horas de la noche ????), cazaba moscas y abejas, hacía travesuras, se escapaba... e incluso encontraba jabalíes en el zarzal... sin duda también ayudó a mis hijos a ser más responsables y aportó su “granito de arena” a una mejor cohesión, integridad y unidad familiar... su pérdida por tanto, se hace difícil de digerir y, aunque era un perrito bretoncito, se hace difícil de creer que detrás de aquel sencillo animalito no hubiera una hebra de espiritualidad.
A menudo, cuando nos encontramos con hechos inesperados me encomiendo al Señor y suelo decir: "eso que ha pasado ha sido por alguna razón, pero confío en Ti"... sí, supongo que ha sido por una razón superior, alejada de nuestro alcance, a menudo incomprensible, ¡una razón que me lleva a la reflexión!
Hoy, en esta hora triste me pregunto a mí mismo, si puede haber alguna razón para que el Señor se haya llevado a Sandy a media vida... y sí, he encontrado varias:
La primera es que, a veces y por motivos del atolondramiento cotidiano, no estuvimos lo suficiente por él cuando más nos lo pedía. Esto ya no lo podremos cambiar, y lo siento, pero es necesario que aprovechemos el aprendizaje que nos da esta lección... hace falta que aprendamos a deshacernos de la aceleración del mundo actual y podamos dedicar tiempo de valor a aquellos que tenemos más cerca, a aquellos que más nos aman y amamos, porque compartir el tiempo es dar vida, compartir el tiempo es un acto de amor, ¡porque quien comparte el tiempo comparte su alma!
La segunda es que Sandy era un perrito que allá donde iba se hacía querer, era juguetón y se abría a todo el mundo, no tenía ninguna malicia de nada... era un alma inocente, tenía un corazón grande y abierto... y yo me pregunto: ¿cuántas veces endurecemos nuestros corazones por malentendidos sin sentido? ¿Cuántas veces cerramos nuestras vidas a los recién llegados sin darles ninguna oportunidad? ¡Sólo deseo que esta generosidad de espíritu que nos mostraba Sandy nos sirva de modelo en nuestro quehacer vital!
... y la última es que el Señor se nos lleva cuando estamos maduros... se nos lleva cuando somos la mejor flor del jardín (a ningún jardinero se le pasa por la cabeza cortar las flores más feas)... y Sandy era la mejor flor de nuestro jardín!
Ahora Sandy ya no está, pero permanecerá siempre en nuestros corazones... y estoy seguro de que cuando emprendamos nuestro “Último Viaje” lo reencontraremos jugando con el Príncipe de la Paz... buen viaje amigo mío ( eeeep y ten cuidado con los angelitos... no los muestres, que aunque llevan alas no son pajaritos!!)